Creciendo, nos encontramos frente al tartamudeo adquirido, un problema mucho más complejo que afecta directamente al ánimo de quienes lo experimentan y que les condiciona más de cuanto imaginan. De hecho, se desencadena un círculo vicioso en el cual, el miedo a que pueda haber un problema lleva a los tartamudos a vivir con gran dificultad incluso las situaciones más cotidianas.
No es extraño que, en el bar, la conciencia de detenerse en la “c” de café empuje al tartamudo a comprar agua. En circunstancias como esta, a pesar de que no hay bloqueo y de que los demás no notan nada extraño, la tartamudez emerge.
A partir de este ejemplo, intentemos ahora imaginar las dificultades que el tartamudo debe afrontar en aquellas situaciones en las cuales el lenguaje es la única medida de juicio. Las relaciones escolásticas, laborales e interpersonales, por ejemplo, parecen estar fuertemente condicionadas, no solo por los bloqueos, sino por la posibilidad de que dichos bloqueos se produzcan. Retomando el ejemplo de comprar un producto en el bar: la tartamudez empieza a surgir durante el trayecto que nos conduce hacia ese bar y también durante la cola, que da inicio a una verdadera cuenta regresiva a la espera del proprio turno. En definitiva, son esos momentos en los que la única preocupación que invade al tartamudo se relaciona con la posibilidad de que aparezca el bloqueo, los que hacen que la tartamudez resulte tan invalidante.
Concebir la tartamudez como la mera expresión de los bloqueos es un error común que se basa en el no tomar en consideración todo lo que el proceso de identificación de dichos bloqueos supone para el tartamudo. Desde siempre, la tartamudez tiende a percibirse y a medirse por cómo se manifiesta; sin embargo, debemos empezar a considerar lo que en realidad significa tartamudear, más allá de los propios bloqueos.
La tartamudez no solo implica un condicionamiento estético-comunicativo; por este motivo, debe resolverse radicalmente, sería ilusorio hablar de resultados parciales. Mejorar, no significaría aflojar el nudo en el estómago ni acallar los temores asociados a la posibilidad de que aparezca el bloqueo. Sucede que hay tartamudos que no dudan durante el discurso. Nunca se detienen. Sin embargo, su mirada, su comportamiento y sus temores, son los mismos que se manifiestan en la tartamudez con bloqueos.
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